La relación profesional de Thomas Newman con Sam Mendes se extiende en la práctica totalidad de la filmografía del director; solo ‘Un lugar donde quedarse (2009)’ no llevó música del compositor y este, pues, es el séptimo film que hacen juntos. No es el mejor, pero tiene elementos de interés por los retos que asume: el mayor de esos retos es el encaje que puede tener la música en una película que discurre en continuum siguiendo al protagonista. En el film -un falso plano secuencia estupendamente bien hecho- no hay un plano secuencia musical, una música que vaya paralela a los avatares del personaje, bien posicionándose en su perspectiva, bien siendo una música externa, del lugar o bien una combinación. Eso es algo que daría solidez dramática y sería útil para involucrar al espectador, hacerlo más partícipe emocionalmente especialmente en el final. Se opta por contra por una solución despiazada, para momentos concretos y que genera así una impresión caótica, incómoda, salvo en el último tramo, fuertemente emotivo.